Pornocracia | La “revolución” Zeta

*Para un poder acostumbrado a controlar narrativa, aplausos y tiempos, esa espontaneidad es un animal salvaje. Que una tendencia juvenil opaque un anuncio presidencial parece, para el oficialismo, casi una afrenta geopolítica.

Por Enrique Hernández Alcázar

Vaya ingredientes que están dentro del molcajete nacional. Y basta ver el hilo delirante que en los últimos días ligó a la Generación Z, One Piece, un complot internacional, una supuesta campaña de la ultraderecha contra Claudia Sheinbaum (según Claudia Sheinbaum), Ricardo Salinas Pliego, Claudio X. González y, en el trasfondo, el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.

Un bingo político imposible que sólo podía existir aquí, donde el ruido es política de Estado y las conspiraciones son deporte de alto riesgo en redes sociales.

La chispa visible parecieron ser los memes de One Piece y la irrupción espontánea de la Gen Z en redes: jóvenes movilizados sin estructura, sin líderes y sin permiso. Para un poder acostumbrado a controlar narrativa, aplausos y tiempos, esa espontaneidad es un animal salvaje. Que una tendencia juvenil opaque un anuncio presidencial parece, para el oficialismo, casi una afrenta geopolítica.

La Gen Z detonó la conversación, pero el enojo llevaba meses cocinándose en silencio.

Porque lo que el Gobierno no dijo —y acaso no quiso ver— es que el malestar ya venía cargado. Y fuerte. El asesinato de Carlos Manzo en pleno evento público destapó la frustración acumulada contra la inseguridad, el desgaste institucional y una sensación creciente de vulnerabilidad. Fue un recordatorio brutal de que el país está roto en lugares donde el discurso oficial insiste en que todo va bien. Ese crimen, más que los piratas del Grand Line, empujó a miles de personas a las calles. Fue un golpe en la mesa.

Aun así, desde Palacio Nacional, el reflejo fue el de siempre: si algo no gusta, es complot. Si algo incomoda, es operación clandestina. Si algo no se controla, es ultraderecha financiada desde el extranjero. Sheinbaum denunció una campaña en su contra articulada por “intereses oscuros” que, según ella, incluyen a la derecha, a los medios críticos y a los opositores más visibles. Todo en una sopa ideológica donde caben desde Elon Musk hasta Claudio X. González, pasando por periodistas, creadores de TikTok, bots, magnates y hasta piratas de anime.

Como si la Generación Z estuviera coordinando marchas cívicas vía Discord bajo las órdenes de Ricardo Salinas Pliego.

La oposición, por su parte, no resistió el impulso de colgarse de una movilización que no convocó ni controla. En su afán de apropiarse del descontento, algunos quisieron leer en la marcha una consigna opositora cuando, en realidad, fue el hartazgo —el de todos, el transversal— el que tomó las calles.

Lo que vimos no fue un complot ni una revolución digital, sino la ruptura entre dos Méxicos: el del poder que interpreta toda crítica como conspiración, y el de una ciudadanía que ya no tolera la violencia, el asesinato de un alcalde en pleno acto público y el miedo que se ha vuelto rutina.

La discusión no habla de One Piece. Habla de un poder desconcertado ante una generación que no pide permiso y una sociedad que ya no traga explicaciones mágicas. Habla de gobernantes que confunden ruido con conspiración y de opositores que confunden tendencia con victoria.

Porque la verdad es más simple y más incómoda: hay descontento, campesinos protestando, maestros inconformes, jóvenes organizados, miedo a la inseguridad rampante y un asesinato absurdo que cayó como gasolina sobre un terreno inflamable.

Y eso, para el poder, siempre será más perturbador que cualquier granja de bots.

La discusión no habla de One Piece. Habla de un poder desconcertado ante una generación que no pide permiso y una sociedad que ya no traga explicaciones mágicas. Habla de gobernantes que confunden ruido con conspiración y de opositores que confunden indignación popular con victoria propia.

Porque la verdad es más simple y más incómoda: hay descontento, campesinos protestando, maestros inconformes, jóvenes organizados, miedo a la inseguridad rampante y un asesinato absurdo que cayó como gasolina sobre un terreno inflamable.

Y eso, para el poder, siempre será más perturbador que cualquier granja de bots.

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Enrique Hernández Alcázar

Enrique Hernández Alcázar