Pantone celebra los 25 años de “Yellow” de Coldplay

Si hay canciones que se vuelven eternas, “Yellow” de Coldplay definitivamente es una de ellas. Ese tema que nació casi de casualidad en una noche lluviosa en Londres cumple 25 años, y para celebrarlo, Pantone —la autoridad mundial del color— decidió rendirle homenaje de la forma más icónica posible: creando una obra de arte urbana.

Todo empezó en el 2000, cuando Chris Martin, mirando el cielo cubierto de estrellas, improvisó una melodía que al principio no tenía mayor sentido. Pero el nombre “Yellow” se le quedó grabado, influenciado por un libro de Páginas Amarillas que estaba cerca en ese momento. Esa chispa dio vida a una de las canciones más representativas de la banda, que desde entonces se convirtió en himno de amor, esperanza y nostalgia.

En Londres, a orillas del río de fans —también conocido como las Spanish Steps que conectan el Estadio de Wembley con la OVO Arena— apareció “Yellow” 25, una instalación artística que tiñó los 58 escalones en un degradé de amarillos, desde tonos pálidos hasta dorados intensos. Cada peldaño fue emparejado con una tonalidad específica del Pantone Matching System, siguiendo la progresión emocional y melódica de la canción.

Jane Boddy, directora creativa del Pantone Colour Institute, lo dijo perfecto: la idea era traducir el viaje emocional de Yellow en color, pasando de la suavidad a la intensidad. Y Claudio Giambrone, curador del proyecto, lo resumió así: “Yellow refleja luz, energía, esperanza… lo que quisimos traer a la vida fue algo que la gente pueda ver, recorrer y recordar”.

No se trató solo de lanzar un color o de pintar unas escaleras, sino de conectar con la emoción colectiva que despierta la canción. Coldplay no celebró un aniversario cualquiera, sino que transformó un recuerdo en un movimiento visual. Es el tipo de estrategia que convierte la nostalgia en branding y que hace que la gente no solo escuche la música, sino que también la viva en otros formatos.

Un cuarto de siglo después, “Yellow” sigue siendo un recordatorio de que las cosas simples pueden cambiarlo todo: una guitarra, una melodía improvisada, un cielo lleno de estrellas… y ahora, una instalación que se volvió parte de la historia.

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Fernanda Aguilar Barragán

Fernanda Aguilar Barragán