Por: Enrique Hernández Alcázar
Negar la complicidad de las instituciones no equivale a negar la participación de personajes políticos. Es solamente la vieja receta para el control de daños: aislar la podredumbre en unas cuantas manzanas para intentar salvar el árbol entero. Aunque a veces el árbol huela mal desde la raíz.
Vaya semanita. Entre el huachicol, Cirio Sergio y el Comandante H, el gobierno federal anda atendiendo un circo criminal de tres pistas que, además, está recibiendo toda la presión de Washington para que de una vez por todas actúe contra los malosos terroristas que llevan el fentanilo hasta la comodidad de su país.
Omar García Harfuch respondió al reportaje del diario Reforma sobre la protección que ‘Don Cheto’, líder huachicolero detenido hace 19 días, habría recibido de la Marina y la FGR: “Las investigaciones continúan y no hay un solo indicio o prueba sobre la colusión de las dos instituciones referidas, fueron precisamente estas instituciones las que desarticularon esta Red criminal”. La respuesta posteada en X parece pensada para apaciguar y no para esclarecer.
El caso de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco y hoy prófugo, es un ejemplo que descompone cualquier narrativa oficial. Según documentos de inteligencia federal, publicados por Andrés Becerril hoy en la portada de Excélsior, Bermúdez debutó como narcotraficante en 1999, introduciendo cocaína en bares de Villahermosa junto a su hermano Humberto. Eran los tiempos en que Tabasco estaba gobernado por Roberto Madrazo Pintado, el acérrimo rival de López Obrador. ¿Casualidad?
Pero lo más escandaloso no es su pasado, sino su presente. Bermúdez Requena fue nombrado por Adán Augusto López como jefe de la seguridad estatal en 2019 y ratificado por su amigo y sucesor Carlos Merino, quien gobernó Tabasco de 2021 a 2024. Ambos lo mantuvieron en el cargo pese a filtraciones militares que lo señalaban como líder de “La Barredora”, un grupo criminal local con operaciones de narcotráfico, huachicol y tráfico de migrantes que fuera aliado, antes de su ruptura en 2024, con el CJNG. Adán Augusto dejó el gobierno del estado para ocupar la Secretaría de Gobernación, desde donde contó con acceso a información de inteligencia del más alto nivel. ¿No supo entonces quién era Bermúdez? ¿O, más bien, sabía demasiado y no hizo nada?
La mañana de este viernes, la presidenta Claudia Sheinbaum sugirió que Adán Augusto López Hernández debería dar su versión de los hechos. Adán obedeció pocas horas después. Vía una publicación en el otrora Twitter. Cuando la presidenta exige… hasta los más reacios responden. Interesante, a pesar de que Adán, rebautizado por la ironía digital como el ‘Conde Contar’, respondió con el clásico lavado de manos.

Habría que poner también el acento en Carlos Merino, el suplente de Adán Augusto, quien terminó el sexenio junto con Bermúdez Requena como titular de la seguridad pública. Juntos o revueltos llevaron a Tabasco a la peor crisis de seguridad y violencia de su historia reciente. Merino anda en modo mutis y tampoco ha rendido cuentas. Hoy dirige Aeropuertos y Servicios Auxiliares, una red estratégica nacional. Quizá la misma por la que su amigo, el Comandante H, logró fugarse del país cuando le dieron el pitazo de que iban por él. ¿Dónde está Merino? ¿Dónde está Bermúdez? ¿Quién los protege?
Mientras Harfuch argumenta que no hay pruebas de colusión institucional, los personajes que encarnan a esas instituciones están implicados, investigados o escondidos. La narrativa oficial necesita mucho más que posteos en las redes sociales. Necesita dar respuestas claras.
La vieja teoría para hacer de culpar a unas cuantas manzanas podridas ya no alcanza para explicar la realidad. Porque cuando esas manzanas son sembradas, regadas y protegidas por quienes prometieron limpiar el huerto, ya no hablamos de podredumbre accidental: hablamos de complicidad estructural. De podredumbre hasta la raíz.