Por: Camel
Resulta que el origen de la palabra “idiota” no viene de un automovilista gritándole a un microbusero un día cualquiera en la Ciudad de México, sino que data de cientos de años atrás.
“Idiota” viene del griego ἰδιώτης, que se usaba para referirse a un ciudadano promedio que se mantenía al márgen de la vida pública; o sea que no le interesaba participar en absolutamente nada, ya sea por ignorancia, falta de educación, desinformación o simple desinterés.
Pero en algún punto de la vida, su significado se tergiversó al grado de que ahora, utilizamos la palabra para referirnos a alguien “tonto” o “corto de entendimiento”, por decir lo menos. Un insulto, vaya.
Y curiosamente, el adjetivo sirve muy bien para el caos político que nos envuelve ahora.
La revocación de mandato, esa herramienta instaurada por López Obrador para quitar a un presidente del cargo, está de nuevo en el centro de la discusión pública.

Por supuesto, no por las mejores razones.
Tal como lo estableció el gobierno de López Obrador, el inicio del proceso de revocación de mandato podrá solicitarse durante los tres meses posteriores a la conclusión del tercer año del periodo constitucional de la presidencia.
En el caso de Sheinbaum, tendría que ser después del 1 de octubre de 2027; sin embargo, Morena y aliados buscan que esa decisión que el propio partido impulsó con anterioridad, se modifique a su favor.
¿Cómo? Haciendo que la revocación de mandato se empalme con la jornada electoral de ese mismo año; es decir, que muy convenientemente aparezca el nombre de Claudia Sheinbaum en boletas de todo el país, porque se renovará la Cámara de Diputados, además de buscar darle un impulso a los candidatos morenistas de 17 entidades que renuevan gubernaturas.
Morena asegura que no es para eso la modificación, sino más bien, para evitar doble gasto al ejecutar la jornada electoral en 2027 y la revocación de mandato en 2028.
Y es que sí se trata de un gasto completamente innecesario: en 2022, se gastaron mil 692 millones de pesos en donde únicamente participó menos de una quinta parte del electorado nacional.
Sabiendo esto, viene la disyuntiva: ¿qué clase de idiota ser?
El idiota griego que no participará en el juego político de una supuesta revocación de mandato que, a grandes rasgos, no mueve ni un alma y que en el discurso, funciona más como una ratificación del cargo; o el idiota moderno, que sí participará, cayendo en el juego político de Morena en el que seguramente el nombre de Sheinbaum sí estará en el 2027 para darle impulso a una ola guinda que avizora un panorama turbulento entre señalamientos de corrupción, violencia y opulencia.
En ese tristísimo limbo nos encontramos.





