Altos negociadores de Estados Unidos y China se reunirán el lunes en Estocolmo para abordar las disputas económicas en el centro de la prolongada guerra comercial entre ambos países. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, encabezarán la delegación de cada país con el objetivo de extender la actual tregua arancelaria antes del 12 de agosto, fecha límite impuesta por Washington para alcanzar un acuerdo duradero que evite la reactivación de aranceles superiores al 100 por ciento.
Las conversaciones entre ambas potencias económicas se producen en un contexto de tensiones comerciales que, si no se contienen, podrían desestabilizar cadenas de suministro globales. China y Estados Unidos acordaron en junio una pausa temporal en la imposición de nuevos aranceles tras semanas de escalada. Sin embargo, sin un pacto definitivo, se corre el riesgo de que se reactiven medidas comerciales que afectarían a sectores clave como los semiconductores, los productos farmacéuticos y los equipos industriales.
Esta nueva ronda de conversaciones llega justo después de que Estados Unidos alcanzara un acuerdo comercial con la Unión Europea, anunciado el domingo en Escocia. En ese pacto, la UE aceptó un arancel del 15 por ciento sobre sus exportaciones de bienes hacia Estados Unidos y se comprometió a realizar compras significativas de energía y equipamiento militar estadounidense. Además, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente Donald Trump anunciaron inversiones comunitarias en Estados Unidos por un valor de 600 mil millones de dólares.
A pesar del éxito de ese acuerdo con la Unión Europea, analistas especializados en comercio exterior no esperan un resultado similar entre Washington y Pekín. En su lugar, prevén que las conversaciones en Estocolmo culminen con una nueva prórroga de 90 días de la tregua arancelaria que ambas naciones pactaron a mediados de mayo. Esta prórroga permitiría evitar nuevas sanciones comerciales mientras se crean condiciones más propicias para una posible reunión entre Trump y el presidente chino Xi Jinping, que podría celebrarse a finales de octubre o principios de noviembre.

El diario South China Morning Post informó, citando fuentes anónimas, que las delegaciones de ambos países se abstendrían durante ese período de introducir nuevos aranceles o medidas que puedan escalar las tensiones. Hasta el momento, ni la Casa Blanca ni la oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos han comentado públicamente dicho informe.
Mientras tanto, la administración de Trump continúa preparando nuevos aranceles sectoriales dirigidos específicamente a China. Entre los sectores contemplados se encuentran los semiconductores, productos farmacéuticos, grúas barco a barco y otros artículos industriales estratégicos. La imposición de estos aranceles dependerá, en gran medida, del resultado de las conversaciones que se desarrollen en Estocolmo.
En declaraciones recientes, el presidente Trump afirmó que su gobierno está “muy cerca de un acuerdo con China” y sugirió que ya se han logrado consensos importantes, aunque advirtió que el desenlace dependerá de las decisiones que se tomen en los próximos días. Estas palabras reflejan una intención política de mantener abierta la puerta al diálogo, en un contexto en el que las relaciones bilaterales atraviesan una etapa crítica.
El actual ciclo de negociaciones forma parte de un proceso más amplio en el que ambas economías han intentado, en repetidas ocasiones, alcanzar un marco comercial estable. Las diferencias estructurales en temas como propiedad intelectual, transferencias tecnológicas forzadas, acceso a mercados y subsidios estatales han impedido hasta ahora un acuerdo definitivo.
Sin embargo, la presión por evitar disrupciones económicas de gran escala se ha intensificado, especialmente tras las medidas arancelarias que afectaron importaciones y exportaciones valoradas en cientos de miles de millones de dólares. La amenaza de nuevos aranceles ha generado incertidumbre en los mercados financieros y ha tenido impacto en las decisiones de inversión de múltiples sectores productivos en ambos países.





