Por: Enrique Hernández Alcázar

Robert Prevost no es un Papa latinoamericano, pero su vínculo con la región es profundo. Su apellido materno es Martínez. Su segundo nombre, Francisco –bueno, Francis en anglosajón- y pasó casi dos décadas en Perú trabajando en comunidades marginadas, con seminaristas que no solo aprendían doctrina, sino que lidiaban con las consecuencias de la pobreza y la violencia estructural.

La elección de León XIV no es solo un giro en la historia de la Iglesia; es un mensaje. Un mensaje que resuena más allá de los muros vaticanos, más allá de los templos y los ritos. Su llegada al papado ocurre en un mundo donde la ultraderecha ha emprendido una cruzada feroz contra los derechos humanos, donde el trumpismo ha convertido la migración en un campo de batalla ideológico.

En ese contexto global, habemus un pontífice que entiende el éxodo, que reconoce la migración no como una crisis, sino como una realidad humana.

El Vaticano no opera ajeno a la política mundial. Su diplomacia es milenaria, y sus gestos son tan calculados como sus silencios. La llegada de León XIV se da en medio de un renacer del trumpismo, un movimiento que busca reinstalarse en la Casa Blanca y consolidar su visión de un mundo blindado, donde la compasión es vista como debilidad y la migración como una invasión.

El Papa Francisco ya había trazado una línea clara sobre estos temas. Sus posturas incomodaban a sectores conservadores dentro y fuera de la Iglesia, su defensa de los migrantes y su crítica al capitalismo desenfrenado lo convirtieron en una figura incómoda para los gobiernos alineados con la extrema derecha. Pero ahora, con la posibilidad de un segundo mandato de Trump en el horizonte, el Vaticano parece haber respondido con un líder que reforzará esa misma visión. Aunque quizá con más liturgia que progresismo.

El estilo de León XIV aún está por definirse. No es un jesuita como Francisco, pero tampoco un doctrinario rígido. Recuperó los números romanos al lado de su nombre, como Benedicto XVI o Juan Pablo II. Francisco era simplemente Francisco en un acto de rechazo a la condición monárquico-hereditaria que implican esos números romanos.

Los años de Prevost Martínez en América Latina, su formación en leyes canónicas y su sensibilidad pastoral podrían marcar un pontificado que ponga énfasis en la dignidad de los migrantes. Si el mundo político endurece su discurso contra ellos, la Iglesia podría volverse el último refugio moral en una batalla donde los derechos humanos están en juego.

León XIV no es un latinoamericano, pero casi. Nació en Chicago, Illinois, pero su vínculo estrecho con el Perú lo llevó a que hace diez años, en 2015, obtuviera la nacionalidad peruana, lo que lo convierte en el primer Papa con esta doble identidad.

Su historia lo convierte en el Papa más cercano a la realidad de los migrantes en décadas. Su liderazgo en tiempos de polarización podría determinar si la Iglesia sigue siendo una voz de esperanza o si cede ante los vientos de la intolerancia.

Su elección es un gesto político. Un mensaje. La pregunta es si, como todos los mensajes, será entendido a tiempo. 

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Redacción

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