Por Elia Almanza
Cerca de las seis de la tarde de este 26 de septiembre, bajo la lluvia ya ligera que permitía el andar con más tranquilidad, las madres y padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa se encontraron nuevamente con las barreras de concreto que les impidió entrar libremente y de manera segura al Zócalo de la Ciudad de México en donde se llevaría a cabo un mitin por los once años de la noche de Iguala, hechos que marcaron sus vidas, fracturó a las familias de los jóvenes y que hoy, tres sexenios después, sigue en la impunidad.
Para ellas y ellos, fue un símbolo, un rechazo que no se quedó en el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador luego de romper el diálogo con las familias, sino que trascendió y se instaló en el gobierno ahora de la primera presidenta mujer del país, Claudia Sheinbaum, que, de acuerdo con algunos padres y madres, también minimiza y menosprecia su lucha.
Sus rostros no daban crédito por encontrarse de nuevo con aquella escena, pero comenzaron a organizarse para esquivarlas. En la avenida cinco de mayo, la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta daba instrucciones para que se esquivara el concreto de la forma menos peligrosa, y así lo hicieron, una a una, madres, padres de los jóvenes, colectivos, personas solidarias, infancias que les acompañaban. Accedieron sin mayores complicaciones, pero sí con un nuevo golpe a su digna lucha.

Un par de horas antes, la cita para la “Marcha nacional a 11 años de la desaparición”, fue en el Ángel de la Independencia. Llamado al que llegó puntual el mal clima. A las cuatro de la tarde comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia bajo un cielo totalmente nublado y que advertía, ese sería de nuevo el marco, como cada año, para el caminar de las familias junto con cientos de personas para exigir justicia y verdad. Un clima que parece simbolizar el estado en que se encuentran las investigaciones del caso.
De aproximadamente veinte camiones que estaban estacionados en las inmediaciones de Paseo de la Reforma comenzaron a bajar las y los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, Raúl Isidro Burgos, al igual que los de otras Normales del estado de Guerrero. Hombres y mujeres que con una disciplina y organización que impresionaba, salieron de los autobuses para formar contingentes que acuerparon durante toda la marcha a las familias de los 43. Juventudes que han hecho propia esta lucha, a pesar de que solo eran niños y niñas cuando tuvo lugar la desaparición forzada.
Colectivos e integrantes de las organizaciones de la sociedad civil empezaron a organizarse y a tomar sus pancartas, “Ayotzinapa, 11 años de impunidad”, “Fue el Estado”, “Fue el Ejército”; al tiempo que las consignas empezaban a retumbar y daban la señal del inicio de una marcha más, un año más, con la misma pregunta sin respuesta. “¿Dónde están?”.
La lluvia arreció. El momento del auge para las personas que vendían desde sombrillas, plásticos o impermeables para protegerse un poco de la lluvia tuvo su clímax, también para algunos de los que vendían frituras o chicles para sortear un poco el hambre que también a esa hora ya comenzaba a sentirse. Con el Ángel de fondo las hijas e hijos de estas personas jugaban a “ser manifestantes”, mientras llegaba a hora de regresar a casa.

Se hizo una señal por parte de los organizadores de la marcha, las familias de los 43 normalistas de Ayotzinapa bajaron de su autobús. Venían directo del estado Guerrero de donde salieron muy temprano ese 26 de septiembre para llegar a tiempo a la Ciudad de México. Algunas de las mamás, todavía en la mano con el lunch del camino, alguna fruta, sándwich, y aguas sin abrir. Saben que tomar líquidos puede resultar contraproducente en jornadas como estas.
Se acomodaron en la vanguardia y sin más preámbulos comenzaron a caminar sobre el Paseo de la Reforma, una de las avenidas testigo cada semana de demandas y luchas ciudadanas donde la crisis de desaparición en el país, ha sido la protagonista en los últimos años. La avenida que alberga los antimonumentos de las tragedias y violaciones a derechos humanos más grandes del país. “¿Dónde están, dónde están, nuestros hijos dónde están?”, “Porque vivos se los llevaron, vivooos los queremooos”, “Ayotzi viveee, la lucha sigueee”.
En contraesquina del Caballito, en el antimonumento a los 43, cientos de medios de comunicación, que con bolsas y sombrillas protegían sus cámaras y teléfonos de la lluvia, ya estaban a espera de la llegada de las familias. Una vez instaladas, el abogado y nuevo vocero de las familias tras la salida de Vidulfo Rosales, quien se integró a la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación tras una década de haber caminado con las mamás y papás, Isidoro Aguilar, tomó el micrófono:
“Estamos aquí, primero para darles las gracias a todas las personas que no nos han dejado solos en esta lucha, y queremos decirles que esta exigencia no va a parar. Con esta marcha el día de hoy se concluye la jornada Ayotzinapa 11 años luces y sombras que inició el pasado 17 de septiembre en la Normal. Y queremos recordar que ha sido el muro del Ejército la sombra del caso, por eso ahora, con la solidaridad de cada uno de ustedes y en este espacio, necesitamos gritar los nombres de los compañeros”.
Comenzó el tradicional pase de lista de los muchachos y con cada nombre mencionado, el eco de las y los asistentes: “presentacióooon con vidaaaa”. También se escuchó el conteo, para luego continuar caminando. “1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43… ¡Justicia!”.
En el recorrido tomaron la palabra las nuevas generaciones de estudiantes de las normales, quienes con micrófono en mano pidieron al gobierno dejar de criminalizar a las juventudes y calificar como “provocaciones” sus acciones directas; así continuaron hasta pasar junto a la Plaza Palestina libre, en el Hemiciclo a Juárez frente a la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde las banderas de Palestina que en toda la jornada acompañaron la marcha, hondearon con mayor fuerza.
Cuando el contingente de las madres y padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa ingresaron a la avenida 5 de mayo, dejando atrás el Palacio de Bellas Artes, el reloj de la Torre Latinoamericana ya marcaba las 5 de la tarde con 45 minutos, la lluvia comenzaba a dar tregua y los paraguas bajaron la guardia, cuanto más se avanzaba al primer cuadro del Zócalo capitalino, algunas detonaciones comenzaron a escucharse de fondo y el ambiente y los ánimos retomaban fuerza. Así siguieron hasta encontrarse con aquellos bloques de concreto.
Una vez que todos los contingentes estuvieron en la plancha del Zócalo, se improvisó el espacio en donde sería el mitin de las madres y padres, pues tampoco se permitió que ingresara el camión que colocaría el templete, la iluminación y micrófonos. Algo que las familias condenaron al gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Clara Brugada.
Frente a las vallas de Palacio Nacional, las familias señalaron que mantienen, a once años de los hechos, la exigencia de que el Ejército rinda cuentas por su implicación en el caso, la entrega de los 800 folios en su poder para avanzar en las investigaciones, y que las autoridades materialicen la extradición de Tomás Zerón de Lucio, refugiado en Israel y de Ulises Bernabé, asilado en Estados Unidos.
“No volverán a engañarnos con una verdad histórica, ni permitiremos un retroceso de lo que hoy hemos logrado, no quitaremos el dedo del renglón, hasta que el Ejército entregue los documentos que obran en sus archivos y rindan cuentas por la desaparición de nuestros hijos”, dijo la señora Hilda Legideño, mamá de Jorge Antonio Tizapa Legideño.
No solo recriminaron que a más de una década siguen sin saber dónde están sus hijos y persiste la impunidad, sino que también persiste la indolencia y menosprecio por su lucha. Así lo externaron Emiliano Navarrete, papá de José Ángel Navarrete, y Mario González Contreras, papá de César Manuel González Hernández.
“Señora del gobierno de aquí de la Ciudad de México, que no sé ni su nombre, pero nada más con escucharla se puede apreciar qué clase de persona es, porque esto no se le hace a nadie. Si ya no quieren que nos manifestemos denos verdad y justicia y castigo a todos los responsables de esta desaparición forzada”.
“Desde acá le podemos decir a la señora presidenta que no son provocaciones, que es el hartazgo que tenemos los 43 padres de familia por encubrir a los que participaron aquel 26 de septiembre. Piensa ella y la jefa de gobierno, que por poner esos muros de concreto no íbamos a hacer el mitin, pero están equivocados, hemos estado en peores lugares y aun así hemos levantado la voz”.
Dieron las siete de la noche y con una obscuridad casi total en el Zócalo capitalino concluyó la marcha por los 11 años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Solo los focos multicolores de los adornos por la independencia de México que estaba instalada en los edificios gubernamentales, dio un poco de luz a las personas que acompañaron la manifestación y que comenzaron a retirarse.
El frío agudizó y las familias, con un cansancio notable, el coraje y su duelo permanente que en días como ese es más evidente caminaron a sus autobuses para regresar a Guerrero, no sin antes un recorrido de por lo menos seis horas, con algunas escalas para por fin comer algo en forma, tomar agua e ir al baño, y llegar a sus casas a descansar un poco y tomar fuerzas, para luego, al día siguiente, de nuevo seguir exigiendo verdad y justicia, en el inicio de un año más de impunidad.