Pornocracia | “Checo Pérez y el algoritmo patriótico”

Sergio “Checo” Pérez regresa a la Fórmula 1 con Cadillac. Y México, como era de esperarse, estalló en memes, likes y trending topics. La noticia no solo reaviva la esperanza deportiva: también reactiva una maquinaria emocional y económica que se alimenta del deseo colectivo de ver a “uno de los nuestros” triunfar en un deporte históricamente ajeno, elitista, europeo. Pero conviene preguntar: ¿qué celebramos realmente? ¿El regreso de un piloto o el espejismo de pertenencia que nos ofrece el algoritmo?

La Fórmula 1 no es solo velocidad: es espectáculo, marketing y geopolítica. Cadillac, respaldado por General Motors, entrará en 2026 como nuevo jugador y ficha a Checo como rostro latinoamericano del proyecto. La jugada es estratégica: no busca únicamente podios, sino penetración cultural. Pérez no regresa solo: lo acompaña el grito de millones que lo han convertido en mercancía emocional. En cada curva y en cada reposteo se juega algo más que una carrera: se juega el relato de un país que necesita héroes.

Desde que aterrizó en Red Bull en 2021, la figura de Checo transformó el mercado mexicano. En los Grandes Premios, entre 90 y 95% de los asistentes portaban gorras, camisetas o accesorios con su nombre. En ventas de merchandising llegó a superar a Max Verstappen en regiones como México y Sudamérica. Y cuando abandonó en la primera vuelta del GP de México, el rating televisivo se desplomó hasta 40%. ¿Casualidad? No. Pérez no es solo piloto: es palanca de marketing, embajador de marca y catalizador de emociones.

Las cifras lo confirman. En 2015, cuando la F1 volvió al país, el Gran Premio generó 8,649 millones de pesos. Para 2024, la derrama superó los 17,900 millones. Este 2025, incluso sin Checo en la parrilla, se prevé un impacto de 21 mil millones. En una década, el evento ha dejado más de 137 mil millones de pesos y la creación de 82 mil empleos directos. Pero más allá de los números, lo que se activa es una narrativa: la de un México que se proyecta al mundo a través de un piloto que encarna movilidad social, reconocimiento global y revancha simbólica.

Las redes hacen lo suyo: amplifican, distorsionan, celebran. El anuncio de Checo con Cadillac fue tendencia en minutos. Los memes lo colocan junto a John Wick, Keanu Reeves o el mismísimo Espíritu Santo. “Siempre fuimos Cadillac desde la cuna”, ironizan los tuits. Pero detrás del humor hay estrategia: nada de esto es espontáneo. Los empresarios que traen la F1 a México conocen el valor de la narrativa. Saben que Pérez vende boletos, activa sponsors y genera contenido monetizable. El algoritmo no solo responde a la emoción: la dirige.

¿Por qué nos mueve tanto? Porque estamos hambrientos de buenas noticias. En un país donde la incertidumbre es rutina, el regreso de Checo ofrece orgullo, pertenencia y futuro. Y porque el espectáculo está diseñado para eso: hacernos sentir parte de algo más grande, aunque sea por tres días de octubre en el Autódromo Hermanos Rodríguez.

Checo vuelve. Y con él, vuelve la F1ESTA, el negocio, el relato. Vuelve el México que se emociona, que se proyecta, que se vende. ¿Es real? ¿Es manipulado? ¿Importa? En tiempos de algoritmos, lo viral se vuelve verdad. Y la verdad, como siempre, es negociable.

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Enrique Hernández Alcázar

Enrique Hernández Alcázar