Por: Enrique Hernández Alcázar
El Edén se volvió un infierno. Y no, no fue provocado por PRIAN. No es la oposición. No son los “conservadores” ni la “mafia de poder”. Quien está ligando al exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, con “La Barredora” -grupo criminal exaliado al Cártel Jalisco Nueva Generación- es el actual gobierno de Morena en ese estado.
Sí, el gobernador Javier May, discípulo obradorista, exfuncionario del Tren Maya y fiel creyente del movimiento tranformador, fue quien ordenó la investigación.
¿Una pesquisa así ocurre sin que Palacio Nacional dé luz verde? Difícil. ¿Es posible que se persiga a uno de los alfiles de Adán Augusto López Hernández, exgobernador de Tabasco, exsecretario de Gobernación de AMLO y actual líder de Morena en el Senado, sin el visto bueno de Palacio Nacional y su sucursal en Palenque? Improbable. Se supone que la lealtad entre los duros de la 4T es de otro nivel.
Por eso el silencio atronador de Adán Augusto lo delata más de lo que lo protege. Está calladito como momia, diría su hermano del alma.
El caso es grave. Bermúdez Requena no era cualquier policía: fue el responsable de la seguridad pública en Tabasco durante el sexenio completo de Adán Augusto. Un funcionario que, mientras presumía control, permitió que la violencia se disparara en su estado. Los datos son demoledores: los homicidios dolosos casi se duplicaron entre 2018 y 2024, pasando de 323 a más de 600 al año, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Lo dicho: Tabasco pasó de un edén tropical en un infierno territorial de la guerra criminal.
Y ahora, desde el propio gobierno de Morena, acusan que Bermúdez pudo haber estado del lado del crimen organizado. Que fue más su operador que su perseguidor. Que “La Barredora” no se infiltró, sino que fue tolerada. ¿Y quién lo nombró? ¿Quién lo sostuvo en el cargo hasta el final?
Fue Adán Augusto. Aunque ahora el fuego amigo se justifique desde Morena con el argumento de que están combatiendo la corrupción y la complicidad ‘venga de donde venga’ y ‘hasta donde tope’.
Pero la pregunta es inevitable:
¿Está Tabasco ante su propio García Luna?
Y peor aún, ¿está Adán Augusto convertido en el Felipe Calderón de la 4T?
Lo parece. Calla como Calderón. Se deslinda como Calderón. Y si se confirman los vínculos, habría protegido a su García Luna como Calderón.
En 2024, Tabasco vivió su nivel más alto de homicidios dolosos al menos desde 2015: se registraron 707 carpetas por homicidio, un aumento de más del 200 % respecto a 234 en 2023. Durante el primer trimestre de este 2025, los asesinatos crecieron otro 66 % comparado con el mismo periodo anterior. Esta escalada colocó a Tabasco entre los estados más violentos del país, equiparando niveles de violencia a entidades con alta presencia del crimen organizado, como Jalisco.
La diferencia es que esta vez el escándalo no lo denuncia el New York Times, ni la DEA, ni la oposición moralmente derrotada. Esta vez la bomba les estalló desde dentro. Desde Morena. Desde la 4T. Desde la entraña del estado origen del obradorismo.

¿Y qué dice Adán Augusto? Nada.
¿No era él quien se jactaba de ser el más leal al presidente? ¿El que “no traiciona”?
¿No era él quien aspiraba a suceder a AMLO como garante de la transformación?
Hoy es garante de su silencio.
Y en Tabasco, mientras tanto, se multiplican las balaceras, las desapariciones, las narcomantas. Mientras el CJNG amplía su dominio, las autoridades estatales empiezan a hablar… pero quien solapó a Bermúdez no aparece. Y Bermúdez, el día que se le giró una orden de detención, curiosamente ese mismo día, se fugó.
En 2024 estalló una guerra abierta entre “La Barredora” y el CJNG tras la ruptura de su alianza, lo que generó bloqueos, tiroteos en la vía pública y actos de terror como el reparto de roscas de Reyes por el CJNG para “ganarse” a las comunidades. Todo, mientras Adán Augusto hacía campaña para intentar llegar a la candidatura presidencial morenista.
Si el rey de los notarios y los relojes caros de Tabasco no responde, si no asume su responsabilidad política, entonces que no se queje cuando empiecen a llamarlo, con todas sus letras, el Calderón de la 4T.