Por: Enrique Hernández Alcázar
El epicentro fue en Chicago y sus ondas expansivas llegaron hasta México.
¿Quién tiembla con la declaración de culpabilidad de Ovidio Guzmán en Chicago? ¿Los narcos de siempre, la narcopolítica de ocasión o los gobiernos que lo dejaron crecer sin mover un solo dedo?
Atrás quedó aquella gloria del primer Culiacanazo cuando fue liberado por órdenes de López Obrador. Hoy, ‘El Ratón’ no quiere más queso sino salir de la ratonera.
Con su overol naranja, esposado y esperando ansioso la benevolencia estadounidense, Ovidio tiene ahora seis meses para entregar a las autoridades gringas información relevante sobre las operaciones, participantes y cómplices del cártel de Sinaloa. Con ello, a juicio del tío Sam, se decidirá si lo sentencian o no a cadena perpetua igual que a su padre ‘El Chapo’ Guzmán.
Serán seis meses angustiantes. No solo para uno de los herederos de la organización criminal que fundó Ismael ‘El Mayo’ Zambada, sino para muchos otros peces gordos y medianos que durante años comieron del mismo plato. Tiembla el crimen, pero también los operadores políticos, los funcionarios camuflados, los estrategas de una y mil campañas -financiadas ya saben cómo- y hasta los verdeolivos que juraron combatir el narco mientras lo dejaban florecer.
Porque no hay nada más peligroso que un capo que decide hablar.
La figura de testigo colaborativo convierte a Ovidio en un archivo viviente. No solo es un Guzmán tras las rejas, es una mina de oro en nombres, rutas, transacciones y pactos. Su testimonio puede alterar mapas, cronologías y narrativas oficiales. Si decide colaborar, si nombra, si exhibe y si traiciona, las consecuencias alcanzarán sexenios completos.
El juicio todavía no comienza formalmente, pero la batalla por controlarlo ya está en proceso. La narrativa está en disputa. Si el chapito suelta el expediente, el terremoto podría hacer caer edificaciones antes intocables.
Lo que Ovidio sabe amenaza. Y en México, las consecuencias no se medirán en sentencias judiciales, sino en derrumbes estratégicos, en traiciones políticas y en operaciones encubiertas. Algunos nombres desfilarán ante el jurado. Otros, lo harán en las portadas de los diarios más influyentes del planeta. El resto, caerá por su propio peso ante la implacable opinión pública.

Se dice que fue extraditado como parte de una negociación bilateral. Como un trofeo. Pero para algunos este tiro puede escaparse por la culata. El verdadero problema no fue la entrega, sino el contenido que ya no está en control del lado mexicano. Por eso tiemblan. Porque ‘El Ratón’ puede convertirse en león.
El juicio de Ovidio es también el juicio de quienes juraron combatir al crimen y terminaron protegiéndolo. Su confesión no solo admite culpa sino que amenaza estructuras, despierta fantasmas y sacude sospechas que muchos creían haber enterrado a punta de conferencias matinales.
Ovidio va a hablar.
Y más de uno perderá el sueño.