Por: Enrique Hernández Alcázar
Los Ángeles arde. La crisis migratoria escaló a niveles de confrontación directa entre el gobierno de Estados Unidos y la comunidad latina.
Donald Trump, en su segundo mandato, ha decidido que la ciudad angelina está “invadida” por inmigrantes indocumentados y ha ordenado redadas masivas y el respaldo de la Guardia Nacional.
Mientras tanto, Claudia Sheinbaum, en su octavo mes de gobierno, enfrenta su propia tormenta: el intento de Washington de imponer un arancel a las remesas, una medida que golpearía directamente a millones de familias mexicanas.
La comunidad latina en California no es un grupo marginal. Representa más del 40% de la población estatal, es decir, alrededor de 15.8 millones de personas, en su mayoría de origen mexicano. Si los latinos en ese estado de la Unión Americana fueran una economía independiente, su PIB alcanzaría los 935 mil millones de dólares, posicionándolos como la vigésima economía más grande del mundo.

En Los Ángeles, su impacto es aún más profundo: sostienen sectores clave como la construcción, la salud y la hostelería, y generan miles de millones en impuestos y consumo. Pero Trump ha decidido jugar con fuego. Las redadas han desatado protestas masivas, enfrentamientos con la policía y una tensión que recuerda los peores episodios de la historia migratoria estadounidense.
La narrativa del presidente es clara: los inmigrantes son una amenaza, una “invasión” que debe ser contenida a cualquier costo.
La respuesta de Sheinbaum ha sido igual de contundente: movilizar a la comunidad mexicana en Estados Unidos para frenar el arancel a las remesas, una medida que considera injusta y que vulnera tratados bilaterales. Y los paisanos hicieron eco del llamado y hoy los vemos ondeando banderas tricolores enfrentando al ICE, a la policía e incendiando vehículos en plena calle.
México recibió casi 65 mil millones de dólares en remesas en 2024, lo que representa cerca del 4% de su PIB. Gravar estos envíos sería un golpe directo a la economía de miles de familias. El choque de narrativas es evidente. Trump busca reforzar su imagen de líder implacable ante la migración, mientras Sheinbaum intenta consolidar su papel como defensora de los mexicanos en el exterior.
Pero en medio de esta disputa, la comunidad latina en Los Ángeles se encuentra atrapada en un fuego cruzado.
¿Quién ganará esta batalla? ¿Será la fuerza de la movilización mexicana suficiente para frenar el arancel? ¿O la maquinaria de deportación de Trump logrará imponer su visión de una América cerrada?

Lo único seguro es que la crisis migratoria y económica no se resolverá con discursos ni con despliegues militares.
Los Ángeles es un reflejo de una realidad que Washington y Ciudad de México no pueden ignorar: los latinos no son una amenaza. Son el motor de la economía de Estados Unidos y no debería darse el lujo de perderlo.